sábado, 30 de junio de 2007

4- ENTRANDO EN EL ÁMBITO MÁGICO


FORMAS DE AUTOINDUCCIÓN DEL ADIVINO

Indudablemente el estado en que se encuentra el adivino en el momento de hacer su trabajo no es el ordinario. Ese estado especial debe incluir necesariamente una capacidad de neutralidad donde no se filtre la proyección de sus propios contenidos personales.
Existen varios métodos de autoinducción. Para algunos es suficiente con poseer una habitación dedicada exclusivamente a esa tarea. Es común que un lugar así posea una mesa especial, símbolos esotéricos, flores o incluya sahumerios. La visión de los objetos que usa como medios mánticos, sea el péndulo, las cartas, etc. pueden inducirlo de por si al estado referido. También una luz de un color especial, azul, violeta, etc., semipenumbra o una luz muy focalizada sobre la mesa de trabajo. Sobre ésta, puede haber un paño de color liso o con algún símbolo mágico. Hay que tener en cuenta, en relación a lo antedicho, que la inducción no solo obra sobre el operador sino también en el consultante.
Esta casi demás decir, que el consultante constituye de por si un gran factor de inducción. A éste hay que tomarlo con ciertas precauciones. Conviene hacerlo esperar un poco antes de la sesión, y en algunos casos, alguien puede decirle mientras espera “trate de relajarse”. Al comenzar la sesión es bueno intercambiar algunas palabras, que no necesariamente van al grano de la consulta, con el fin de “romper el hielo” o crear un cierto grado de rapport.
Eilen Garret de Estados Unidos se autoinducía concentrándose en un árbol de Tilo. Empezó a utilizar ese método después de que en su adolescencia tuvo su primera gran percepción consciente mientras observaba un ejemplar de esa planta.
Mr. Luke, que fue en su época muy conocido como adivino en Latinoamérica, le bastaba para autoinducirse con llevar la vista hacia un rincón de la habitación donde estuviese y por la arista que formaban las dos paredes lentamente levantaba los ojos hasta dejarlos quietos contemplando el punto donde la misma se une con el techo.
Algunos sensitivos entran después de bajar los párpados y elevar un poco los globos oculares hacia arriba, concentrándose en el centro de su propia frente.
La concentración sobre la bola de cristal, con sus reflejos y nebulosidades, hacen salir al adivino del estado ordinario y lo conectan con su inconsciente, o mejor sería decir, con el “campo PSI” que se forma con el consultante.
Una simple música suave, melódica y de bajo volumen puede ayudar a crear el clima.
Un símbolo, un mandala o un simple dibujo geométrico y simétrico pueden servir para fijar la vista y la mente entrando así en lo que a principios del Siglo XX se denominaba “estado metagnómico o metapsíquico”, hoy remplazado por “estado parapsicológico” o también “estado alfa”.
Los mejores casos de adivinación se producen cuando el consultante tiene una necesidad muy sentida y el operador toma su trabajo muy en serio. En este oficio se suele decir “con estas cosas no se juega”. Jugando, rara vez, como una excepción, puede salir algo de importancia.

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